jueves, septiembre 13, 2007

El yuyito de los psiquiatras

La pastillita hace lo que la voluntad no.

De bendiciones y limosnas

Estaba yo en la parada de colectivo del N1 en la esquina de 27 de abril y Obispo Trejo. Sí, esa que al llenarse de gente estorba a quienes quieren cruzar 27 de abril.

En fin, estábale yo ahí, aturdiéndome con un mp3 de Audioslave cuando noté que alguien se paró al costado de la fila a repartir unos volantillos. A cada persona le entregaba un papelito y le decía “Hola, buenos días”. No fue el hecho de que ya era hora de decir “Buenas tardes” lo que me llamó la atención. No no. Esta persona, cuya edad iba entre los 24 y los 30, presentaba claros visos de retraso mental. Realmente me enterneció el ahínco y la perfección del acto mecánico de entregarle a todos los papelitos repitiendo el saludo en cuestión.

Tiempo después (quizás demasiado) ... (pero no tanto para alguien que ha tomado un colectivo en Córdoba) regresó dicho individuo. No es mi política dar dinero; sí alimentos, ropa, etc... Pero decidí darle una moneda. No para salvar mi conciencia porque, en ese caso, me hubiese sentido una pequeñita rata con un cocodrilo en el bolsillo, pensamiento sumamente traumático y surrealista en medidas desiguales.

Era algo más bien simbólico. El tema es que la señorita que esperaba adelante de mí le dió $2 pesos a esta persona. Frente a esto, como si nada, el individuo pronunció un “gracias, que Dios la bendiga”, con una ternura de proporciones normales, pero me llamó la atención.
Estaba yo disfrutando ese momento de llamada de atención que duró milésimas de segundo cuando noté que el extraño individuo se había olvidado de bendecirme...

jueves, septiembre 06, 2007

La Historia de los Días

Este cuentito está basado en el post "Pequeñas preguntas ¿grandes respuetas?" de Sophie. Es un poquito largo, pero se lee rápido. Disfrútenlo, si pueden.


La cosa es así: Las personas vivían tranquilas, se levantaban cuando salía el sol y se acostaban cuando se hacía de noche. Pero eso era cuando eran grupos chiquitos. Los pueblos fueron creciendo y creciendo cada vez más hasta que ya no todas las personas se conocían con todas. Al ser tantas, se hacía cada vez más difícil pasar noticias rapidamente.

Todo empezó en el pueblo de Takpur, en donde los campeonatos de rayuela se organizaban de un día para otro. Decían: “Mañana, desde la salida del sol empezará el campeonato de rayuela”. Al principio, como el pueblo era chico, todos se enteraban de la noticia. Pero a medida que el pueblo de Takpur fue creciendo, las noticias no llegaban rápidamente. Kalaghar, pensador y músico, se dió cuenta de eso cuando la mitad del pueblo llegó a participar del campeonato tres días más tarde de lo estipulado.

Frente a esto, Kalaghar decidió aplicar una solución: Si las noticias tardaban tanto en llegar a todo el pueblo, había que organizar los campeonatos de rayuela con mayor antelación. Decidieron que dar la noticia 5 días antes del campeonato era un buen número, porque podían contarse con los dedos de una mano. Así lo hicieron, pero sucedió algo rarísimo: acudió al campeonato menos gente que antes. Investigando, Kalaghar descubrió que nadie había ido porque era muy difícil darse cuenta del día del campeonato. La gente decía: “El campeonato es mañana, mañana, mañana, mañana”. Como nadie lo entendía, o se perdían, decidían hacer otra cosa.

Así es que Kalaghar decidió que era necesario ponerle nombre a los días. ¿Pero cuántos días serían? Serían 10, para poder contarlos con los dedos de las dos manos. Sin embargo, nuestro personaje no estaba del todo seguro, así que pidió consejo a los dioses; alguna señal. Al día siguiente, nació el primer hijo del Cacique con siete dedos en cada mano. Al enterarse de esto, Kalaghar dijo “Miércoles!! Qué fenómeno!!”. Frente a esta señal, Kalaghar tenía dos posibilidades: Hacer una semana de 14 días o de 7. Como nadie podría contar hasta 14, porque en Takpur nadie llegaba a tocarse los dedos de los pies, decidió que serían 7 días.

La semana empezaría el día Miércoles, en honor al hijo del Cacique. Sin embargo, faltaban seis nombres más. No tardaron mucho en encontrar los nombres: La segunda esposa del cacique tuvo sextillizos, así que se utilizaron los nombres de sus seis nuevos hijos. Así es que los días eran: Miércoles, Jhueves, Viernhes, Shábado, Domhingo, Lunhes, Mhartes.

Lo bueno era que, desde ese momento, todo el mundo podía participar del campeonato de rayuela, ya que decían “El campeonato será el jueves” y todo el mundo iba el jueves.

Pasó el tiempo y el cacique murió. Quien debía ocupar su lugar era su hijo mayor Miércoles. Pero Miércoles tenía mejores planes: Se fue al pueblo de Kfdasu y puso un puestito de panchos. Frente a esta deshonra, se determinó que Miércoles no sería el nuevo cacique. El puesto lo ocuparía el hijo que seguía a Miércoles en edad. El problema era que nadie se acordaba bien cuál de los sextillizos había salido primero de la panza de su madre. Luego de muchas investigaciones se determinó que quienes habían nacido primero habían sido los siameses Lunes y Domingo.

A pesar de estar pegados, ambos hermanos eran muy diferentes entre sí. Por esto, había una parte del pueblo que quería más a uno y otra parte que quería más al otro. Ambos asumieron y, en honor a ellos, se determinó que la semana empezaría con sus nombres.
Como en Takpur no eran muy detallistas, se dejó a criterio de la gente cuándo empezaba la semana. Para algunos empezaba el domingo, y para otros empezaba el lunes. Después de todo no importaba, porque cada día tenía su nombre y todos podían participar de los campeonatos de rayuela.

domingo, septiembre 02, 2007

Blog con alta autoestima

Haber y estar conociendo a ciertas personas me genera un profundo sentimiento de gratitud.

Sólo por eso, este blog es el más grosso del mundo.

Pensalo (título contradictorio si los habrá)

El 80% de los pensamientos que una persona genera en un día constituyen ruido.

sábado, septiembre 01, 2007

Usted

Quiero compartir algo con vos.

Servirle, hacerla feliz.

Un gesto, una caricia,

que vibres en juventud.


Pretendo inmiscuirme en todo aquello que usted me deje.

Desearte y que me desees,

esperarla y que me espere,

besar, latir, sanar.


Que el roce sea ley,

la lágrima, mínima.

La mirada: el lenguaje,

Quiero que me piense, y me exija en mi rebosante juventud.


Y si uno de los dos debe enseñar, que enseñe.

Si alguno se encapricha que sea reir.

...